El Nobel de la Paz premia a una Europa que exige recortes en derechos básicos como la educación o la sanidad públicas, que está apostando por políticas que contribuyen al crecimiento de la pobreza y de la desigualdad social, que estrangula a su sur, endeudándolo, para que pague a sus acreedores: los bancos franceses y alemanes, fundamentalmente.
El Nobel premia a una Unión Europea que gobierna para los bancos, para el poder financiero, a costa de asfixiar cada vez a las personas: En España el índice de miseria alcanza ya el 26,4% -el más alto de toda la UE- mientras que los diez más ricos de la Bolsa española incrementaron su fortuna en un 8% en 2011.
En Grecia se ha dejado de operar a aquellos pacientes con cáncer que han perdido su cobertura sanitaria y no pueden pagar su tratamiento. Crecen los casos de enfermedades como la tuberculosis. Los hospitales públicos limitan el suministro de medicinas vitales y niegan atención a quienes menos tienen.
“En Grecia, a una mujer sin recursos para comprar la leche de su hijo, el Estado le hace pagar por los análisis del niño”, ha denunciado recientemente la ONG Médicos del Mundo.
Es el precio que está pagando la gente para que los bancos recuperen el dinero que perdieron a través de su voracidad financiera y de una gestión sin escrúpulos ni previsiones. Un precio impuesto por la Unión Europea.
El Nobel premia a una Unión Europea que levanta muros, externaliza fronteras y encarcela a personas por el simple hecho de no tener papeles; que apoya o guarda silencio ante operaciones militares en las que mueren civiles, que maltrata a ex colonias como el Sáhara occidental o respalda a regímenes represivos siempre y cuando éstos favorezcan sus intereses económicos y geoestratégicos.
La Unión Europea fue aliada del Egipto de Hosni Mubarak, mantiene espléndidas relaciones con la monarquía absolutista de Arabia Saudí o con el Estado de Israel, con quien firmó un acuerdo preferente en materia comercial.
Cuando Israel lanzó en 2008 la operación Plomo Fundido contra Gaza ningún país de la Unión Europea llamó a consultas a los embajadores israelíes, ni suspendió las relaciones comerciales con Tel Aviv, a pesar de que el Ejército israelí mató a 1.400 palestinos y bombardeó en al menos cuatro ocasiones las sedes de la ONU en la Franja.
La UE nunca ha condenado los ataques estadounidenses con aviones no tripulados en Pakistán -impulsados por Barack Obama, otro Premio Nobel de la Paz- que han matado ya a 3.000 personas, muchas de ellas civiles inocentes.
Es cómplice de la llamada “guerra contra el terror”, que apuesta por los asesinatos extrajudiciales, por matar en vez de juzgar en los tribunales, por matar sin probar la culpabilidad de alguien, por matar sabiendo que es probable que haya víctimas colaterales. Es decir, asesinatos de civiles inocentes.
La Unión Europea aplaudió el asesinato extrajudicial de Osama Bin Laden, de uno de sus hijos y de tres personas más. “Esto hace que el mundo sea un lugar más seguro”, aseguró el presidente del Consejo Europeo y el presidente de la Comisión Europea, Durao Barroso, el anfitrión de la Cumbre de las Azores de 2003 en la que se ultimaron los preparativos para la invasión ilegal de Irak. ¿Será Durao Barroso quien recoja el Nobel?
El mejor indicador para medir el empeño por la paz es el relativo al mercado de las armas. En eso la Unión Europea tampoco se queda atrás. Es, de hecho, uno de los mayores exportadores de armas del mundo. Francia, Alemania y Reino Unido ocupan los puestos tercero, cuarto y quinto de la clasificación mundial en cuanto al valor de sus exportaciones en armamento convencionales.
En 2011 naciones de la UE vendieron armas a Bahréin, Egipto o Arabia Saudí, justo cuando los gobiernos de esos países llevaban a cabo campañas de represión contra los manifestantes que pedían libertad, pan y justicia social.
También la UE exportó armamento a México, Pakistán, Colombia o Israel, ese Estado que aparta y discrimina a los palestinos, ocupa sus tierras y viola de forma sistemática las resoluciones de Naciones Unidas. Fue además el principal suministrador de armas de Libia en los últimos años.
Alemania, Francia y Holanda vendieron armas a Grecia por 1.300 millones de dólares en 2010, mientras Angela Merkel aprobaba ayudas de 22.400 millones para contribuir al “rescate” de Grecia a cambio de severos recortes en jubilaciones y sueldos estatales.
Entre tantos merecedores del Nobel de la Paz figuran las Abuelas de Plaza de Mayo argentinas, que eran candidatas al premio por quinta vez. Precisamente esta semana han encontrado a la nieta 107. Su lucha, desde abajo, sin más herramientas que el dolor y el anhelo de justicia, es un ejemplo de perseverancia y merece el mayor de los reconocimientos.
Pero evidentemente, en esta extraña medición en la que el neoliberalismo se disfraza de solidaridad y la guerra se hace en nombre de la paz, los denodados esfuerzos de la UE por favorecer a los especuladores financieros no tenían competencia.
En las redes sociales de Internet ya hay quien dice, con humor amargo, que el Nobel de la Paz 2013 se lo disputarán los drones estadounidenses que “pacifican” Afganistán y Pakistán o los bombardeos de la OTAN “que traen la paz”. O quién sabe, quizá algún banco
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