Y aquí, por si os interesa, os dejo mi versión del "qué pasó":
Nadie quería reclamar el grito perdido. Solo y un poco lastimero yacía inerte bajo un guante de lana, unos anteojos y una pitillera de los Sex Pistols en el fondo del cajón de objetos perdidos de la comunidad. Era cierto, yo lo había creado.
A sabiendas de la expresa prohibición que limitaba la emisión de gemidos, suspiros y húmedos mensajes más allá de las diez de la noche en todo el edificio, las manos de mi amante, cálidas y resbaladizas, habían forzado el desastre.
Pese a apretar los dientes, pese a contener la respiración, pese a la razón que en mi vida todo lo puede... lo había dejado ir, lo había liberado hasta tal punto que lo sentí huír por el patio de luces y quedarse colgado de la maceta de geranios del tercero.
Era mío, pero nadie lo sabría.
En realidad, hay una frase más que "termina" la historia. Pero al sabio editor le gusta más sin ella. Reverencia. :D
3 comentarios:
Genial.... Es lo que tiene Francisco y sus talleres: son muy motivadores y estimulantes.
Saludos
Que orixinal! Aínda que quede mellor sen esa frase final, non podemos saber cal era?
Doble visión,
Francisco e os seus talleres son marabillosos e un caixón de sastre de posibilidades :)
Marina,
Hmmm non, non sería xusto :)
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